Friday, June 19, 2009

La indiferencia del universo

Cuando veo la ceguera y la desdicha de los hombres, cuando contemplo el letargo que impera en el mundo entero, y a los hombres abandonados, sin luz, como si estuvieran perdidos en este rincón del universo sin saber quién los puso aquí, qué tienen que hacer ni qué será de ellos cuando mueran, incapaces de comprender nada, el terror se apodera de mí, como quien, tras viajar en sueños a una inhóspida isla desierta, despierta sintiéndose desorientado y sin forma de escapar de allí. Entonces me asombra que semejante desdicha no conduzca a la gente a la desesperación.

Blaise Pascal (1623-1662)
Pensamientos

Thursday, June 11, 2009

Global Cancer

When we treat money as the most valuable thing in the world, that’s simply because we have collectively agreed to make it so. We forget that money is a social construct—a kind of group fantasy. The anthropologist Weston LaBarre called it a psychosis that has become normal, “an institutionalized dream that everyone is having at once.” As long as we keep dreaming together, it continues to work as the socially agreed-upon means that enables us to convert something (a day’s work, for example) into something else (bags of groceries, perhaps).

Yet as Midas reminds us, money can also become a curse. In more psychological terms, the danger is that means and ends become reversed, so that the means of life becomes the goal itself. As Arthur Schopenhauer put it, money is abstract happiness, so someone who is no longer capable of concrete happiness can set his heart on money. Money becomes “frozen desire”—not desire for anything in particular but a symbol for the satisfaction of desire in general. But what does the Buddha say about desire? Frozen or not, it remains the root cause of suffering.

[...]

The goal of the system is to end up with more money than we started with, to turn whatever we touch to gold. Those who think like Midas rise to the top. Investors seek increasing returns in the form of dividends and higher share prices. This generalized expectation translates into an impersonal but constant demand for ever more profit and growth, a desire that can never be fully satisfied.

But who is responsible for this unrelenting emphasis on profitability and growth? That’s the point: we all participate —as workers, employers, consumers, investors and pensioners. The ultimate irony —or rather, tragedy— of this process is that everything that gives life value is devalued into a means for maximizing something that has no value whatsoever in itself. Everything becomes a means to making more money. “Everything” in this case includes the biosphere (resources), human life (labor), and society itself (we must continually adapt to the changing requirements of the economy).

Capitalism made more sense a couple centuries ago when the Earth seemed infinite and capital (money for investment) was relatively scarce. Today the obvious metaphor is cancer on a planetary scale. Cells become cancerous when they mutate into uncontrolled growth and spread throughout the body to disrupt its healthy functioning.

(From an interview with David Loy)

Saturday, June 6, 2009

La poesía según Huidobro

Aparte de la significación gramatical del lenguaje, hay otra, una significación mágica, que es la única que nos interesa. Uno es el lenguaje objetivo que sirve para nombrar las cosas del mundo sin sacarlas fuera de su calidad de invetnario; el otro rompe esa norma convencional y en él las palabras pierden su representación estricta para adquirir otra más profunda y como rodeada de un aura luminosa qu edebe elevar al lector del plano habitual y envolverlo en una atmósfera encantada.

En todas las cosas hay una palabra interna, una palabra latente y que está debajo de la palabra que las designa. Esa es la palabra que debe descubrir el poeta.

La poesía es el vocablo virgen de todo prejuicio; el verbo creado y creador, la palabra recién nacida. Ella se desarrolla en el alba primera del mundo. Su precisión no consiste en denominar las cosas, sino en alejarse del alba.

Su vocabulario es infinito porque ella no cree en la certeza de todas sus posibles combinaciones. Y su rol es convertir las probabilidades en certeza. Su valor está marcado por la distancia que va de lo que vemos a lo que imaginamos. Para ella no hay pasado ni futuro.

El poeta crea fuera del mundo que existe el que debiera existir. Yo tengo derecho a querer ver una flor que anda o un rebaño de ovejas atravesando el arco iris, y el que quiera negarme ese derecho o limitar el campo de mis visiones debe ser considerado un simple inepto.

El poeta hace cambiar de vida a las cosas de la Naturaleza, saca con su red todo aquello que se mueve en el caos de lo innombrado, tiende hilos eléctricos entre las palabras y alumbra de repente rincones desconocidos, y todo ese mundo estalla en fantasmas in esperados.

El valor del lenguaje de la poesía está en razón directa de su alejamiento del lenguaje que se habla. Esto es lo que el vulgo no puede comprender porque no quiere aceptar que el poeta trate de expresar sólo lo inexpresable. Lo otro queda para los vecinos de la ciudad. El lector corriente no se da cuenta de que el mundo rebasa fuera del valor de las palabras, qu equeda siempre un más allá de la vista humana, un campo inmenso lejos de las fórmulas del tráfico diario.

La Poesía es un desafía a la Razón, el único desafío que la razón puede aceptar, pues una crea su realidad en el mundo que ES y la otra en el que ESTÁ Siendo.

La Poesía está antes del principio del hombre y después del fin del hombre. Ella es el lenguaje del Paraíso y el lenguaje del Juicio Final, ella ordeña las ubres de la eternidad, ella es intangible como el tabú del cielo.

La Poesía es el lenguaje de la Creación. Por eso sólo los que llevan el recuerdo de aquel tiempo, sólo los que no han olvidado los vagidos del parto universal ni los acentos del mundo en su formación, son poetas. Las células del poeta están amasadas en el primer dolor y guardan el ritmo del primer espasmo. En la garganta del poeta el universo busca su voz, una voz inmortal.

El poeta representa el drama angustioso que se realiza entre el mundo y el cerebro humano, entre el mundo y su representación. El que no haya sentido el drama que se juega entre la cosa y la palabra, no podrá comprenderme.

El poeta conoce el eco de los llamados de las cosas a las palabras, ve los lazos sutiles que se tienden las cosas entre sí, oye las voces secretas que se lanzan unas a otras palabras separadas por distancias inconmensurables. Hace darse la mano a vocablos enemigos y los obliga a marchar en su rebaño por rebeldes que sean, descubre las alusiones más misteriosas del verbo y las condensa en su plano superior, las entreteje en su discurso, en donde lo arbitrario pasa a tomar un rol encantatorio. Allí todo cobra nueva fuerza y así puede penetrar en la carne y dar fiebre al alma. Allí coge ese temblor ardiente de la palabra interna que abre el cerebro del lector y le da alas y lo transporta a un plano superior, lo eleva de rango. Entonces se apoderan del alma la fascinación misteriosa y la tremenda majestad.

Las palabras tienen un genio recóndito, un pasado mágico que sólo el poeta sabe descubrir, porque él siempre vuelve a la fuente.

El lenguaje se convierte en un seremonial de conjuro y se presenta en la luminosidad de su desnudez inicial ajena a todo vestuario convencional fijado de antemano.

Toda poesía válida tiende al último límite de la imaginación. Y no sólo de la imaginación, sino del espíritu mismo, porque la poesía no es otra cosa que el último horizonte, que es, a su vez, la arista en donde los extremos se tocan, en donde no hay contradicción ni duda. Al llegar a ese lindero final el encadenamiento habitual de los fenómenos rompe su lógica, y al otro lado, en donde empiezan las tierras del poeta, la cadena se rehace en una lógica nueva.

El poeta os tiende la mano para conduciros más allá del último horizonte, más arriba de la punta de la pirámide, en ese campo que se extiende más allá de los verdadero y lo falso, más allá de la vida y la muerte, más allá del espacio y el tiempo, más allá de la razón y la fantasía, más allá del espíritu y la materia.

Allí ha plantado el árbol de sus ojos y desde allí contempla el mundo, desde allí os habla y os descubre los secretos del mundo.

Hay en su garganta un incendio inextinguible.
Hay además ese balanceo del mar entre dos estrellas.
Y hay ese Fiat Lux qu elleva clavado en su lengua.

Vicente Huidobro.
Fragmento de una conferencia leída en el Ateneo de Madrid, el año 1921.